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La controvertida misiva de San Martín a Bolívar del 29 de agosto de 1822 (página 2)




Enviado por Jorge G. Paredes M.



Partes: 1, 2, 3

Habiendo sido Gabriel Lafond de Lurcy el primero en
haberla publicado, las primeras interrogantes que de inmediato se
plantean son acerca de cómo llegó a tener conocimiento
de ella y quién o quiénes se la proporcionaron. O
acaso fue el propio Lafond quien fabricó este documento.
Surge aquí el primer eslabón de las preguntas sin
respuestas definitivas. Algunos sostienen (Bartolomé
Mitre, el primero) que fue el propio San Martín quien se
la proporcionó. Señala Mitre que él llega a
esa conclusión porque, según nos dice, en una carta
de Lafond a San Martín, de 2 de abril de 1840, se hace
referencia a dos documentos recibidos del libertador argentino, y
que después de haberlos utilizado los devuelve. Mitre
supone (esa es la verdad) que uno de los dos documentos
mencionados debió ser la carta del 29 de agosto de 1822.
Historiadores recientes, como Arturo Ricardo Yungano sostienen
una variante de esa posición, al argumentar que lo que le
mostró San Marín a Lafond fue el borrador de su
carta que dirigiera, en 1827, a Miller, siendo realmente J. F.
Sarmiento quien difundió la controvertida carta de Lafond.
Al respecto Yungano dice: "Gabriel Pedro María Lafond de
Lurcy nació en París en 1801 y murió en esa
misma ciudad en 1876. Prestó servicios en
la marina mercante francesa y en 1821 actuó en la armada
peruana por pedido de Tomás Guido (1788-1866). El 5 de
septiembre de 1839, se reunió con San Martín en
París para informarle sobre su obra Memoria de
viajes
alrededor del mundo. Se entabló entre ambos una cordial
amistad y el
Libertador le entregó una copia de la carta que
había remitido al general Guillermo Miller (1795-1861)
fechada en Bruselas, en 1827, con detalles sobre la entrevista de
Guayaquil. Sarmiento difundió la carta de Lafond; sin
embargo, en 1851 duda de su autenticidad -¿acaso no
habría aceptado el legado del sable del libertador a
Rosas?-, pero en
1857 vuelve a rectificarse y acepta la veracidad del relato
original, lo cual también se patentiza en la
Oración fúnebre que pronuncia en ocasión de
la llegada a Buenos Aires de
los restos del Libertador. (Se puede leer el discurso de Yungano
de 20 de setiembre de 1995 al incorporarse como miembro de
número en la Academia Sanmartiniana, en

http://www.sarmiento.org.ar/yungano.htm)

La posición de Yungano es totalmente deleznable,
porque si lo que le dio San Martín fue el borrador de la
misiva a Miller, por qué Lafond reprodujo otra misiva y
quién se la entregó.

Otros historiadores sostienen que quien realmente se la
entregó fue el ayudante y secretario de Bolívar
(tal es la opinión de José Pacífico Otero y
Enrique de Gandía, entre otros), pero de inmediato surge
el problema de determinar cuál de los secretarios fue el
supuesto dador. E. de Gandía sostiene que fue Mosquera; J.
P. Otero, en cambio duda
entre Mosquera y Pérez. Por otro lado, Ricardo Rojas duda
entre San Martín y el secretario de
Bolívar.

Colombres Mármol (h) cree que la versión
de la carta dada a conocer por Lafond es del original, en tanto
que la del Alberdi lo es del borrador. Por tanto, no
sería, como se suponía, que Alberdi la reprodujera
del libro de
Lafond, sino que ambas versiones fueron independientes; esto
–según el citado autor- explicaría el
porqué de las diferencias entre una y otra versión.
Tanto para Tomás Diego Bernard como para E. L Colombres
Mármol(h) fue Mariano Balcarce (yerno de San
Martín) quien mostró a Alberdi el borrador de la
misiva y no el propio San Martín, el cual se encontraba de
viaje el día que Alberdi llegó a
visitarlo.

Para Germán Leguía, historiador peruano,
la carta es auténtica sin lugar a duda alguna, existiendo
la posibilidad de encontrarse extraviada en algún lugar de
Colombia o haber
ocurrido que recibida por Bolívar, haber sido destruida
sin respuesta alguna, así como sin comentarla entre nadie
y mucho menos mostrarla a ninguno de sus allegados. Consideramos
que no es verosímil la segunda hipótesis (su destrucción por parte
del propio Bolívar).

Para aquellos que niegan su autenticidad existe asimismo
el difícil problema de responder a diversas interrogantes,
tales como: ¿Quién o quiénes fueron sus
falsificadores?¿Qué objetivos se
perseguían con esta
falsificación?¿Cómo se explica que San
Martín consintiese su divulgación? Estas preguntas
tampoco han sido respondidas de una única manera. Para los
historiadores venezolanos, sus principales impugnadores, (Vicente
Lecuna y Cristóbal L. Mendoza, los más eximios
críticos de ella), perseguía esta misiva
desprestigiar a Bolívar y exaltar, a costa del Libertador
a San Martín, aprovechando el suceso de la entrevista de
Guayaquil, para hacer aparecer a Bolívar como ambicioso,
vanidoso y de un personalismo enfermizo, en tanto que a San
Martín se mostraba lleno de desprendimiento,
desinterés y bondad; y no sólo esto, sino que
intentaba además justificar su retiro del Perú en
momentos tan difíciles en la lucha de este país
contra las fuerzas realistas, y no podía ser de mejor
forma que echándole la culpa a Bolívar de tal
decisión. Esta sería la razón por la cual
San Martín consintió en su divulgación. El
falsario no fue San Martín sino únicamente
Lafond.

El historiador argentino A. J. Amuchástegui
sostiene que los dadores de esta misiva a Lafond fueron los
miembros del grupo peruanista. Para este historiador, este
documento fue fraguado poco después que Bolívar
abandonó definitivamente el Perú, por los miembros
del grupo peruanista, que era eminentemente antibolivarista, con
el fin de desprestigiar a Bolívar y tomar ellos las
riendas del Estado. Lafond
la recibió y viéndola interesante la publicó
sin dudar de su autenticidad, pues el propio San Martín
tomó conocimiento de ella al leer las pruebas de su
obra (la obra de Lafond). El libertador argentino
consintió su divulgación, según
Amuchástegui, porque ella representaba un elemento
útil y capaz de concurrir a la pacificación y orden
del Perú.

Para Irrazaval Larraín, el verdadero falsificador
fue el propio San Martín, con el fin de justificar su
retiro del Perú. Similar posición la encontramos en
Rufino Blanco Fombona, eximio historiador venezolano, quien
aceptaba la autenticidad de la controvertida misiva, incluso
decía: "nadie duda de que sea de San Martín. Lo que
se duda es que fuera escrita y enviada en 1822". Esta
interpretación Rufino Blanco Fombona la apoya en hechos de
gran importancia: el no existir su original, el no existir la
respuesta de Bolívar, porque, nos dice el citado
historiador, si Bolívar hubiese recibido dicha misiva la
hubiese respondido y por lo tanto esa respuesta se hubiera
encontrado en el archivo de San Martín.

LA
CARTA

Antes de analizar, con más minuciosidad, los
argumentos que se han esgrimido a favor y en contra de la
autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822, es necesario
que la conozcamos, para así poder
comprender mejor las diversas argumentaciones.

"Lima, 29 de agosto de 1822

Excmo. Señor Libertador de Colombia, Simón
Bolívar.

Querido General.

Dije a usted en mi última, de 23 del corriente,
que habiendo reasumido el mando supremo de esta república
con el fin de separar de él al débil e inepto Torre
Tagle, las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me
permitían escribirle con la extensión que deseaba;
ahora al verificarlo, no sólo lo haré con la
franqueza de mi carácter, sino con la que exigen los
grandes intereses de América.

Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que
me prometía para la pronta terminación de la
guerra.
Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que
no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus
órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es
embarazosa. Las razones que usted me expuso, de que su delicadez
no le permitiría jamás mandarme, y que, aún
en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba
seguro que el
Congreso de Colombia no consentiría su separación
de la República, permítame general, le diga no me
han parecido plausibles. La primera se refuta por si misma. En
cuanto a la segunda, estoy muy persuadido, que la menor
manifestación suya al Congreso sería acogida con
unánime aprobación cuando se trata de finalizar la
lucha en que estamos empeñados, con la cooperación
de usted y la del ejército de su mando; y que el alto
honor de ponerle término refluirá tanto sobre usted
como sobre la república que preside.

No se haga ilusión, General. Las noticias que
tiene de las fuerzas realistas son equivocadas; ellas montan en
el Alto y Bajo Perú a más de 19 000 veteranos, que
pueden reunirse en el espacio de dos meses. El ejército
patriota, diezmando por las enfermedades, no
podrá poner en línea de batalla sino 8500 hombres,
y de éstos, una gran parte reclutas. La división
del general Santa Cruz (cuyas bajas según me escribe este
general, no han sido reemplazadas a pesar de sus reclamaciones)
en su dilatada marcha por tierra, debe
experimentar una pérdida considerable, y nada podrá
emprender en la presente campaña. La división de
1400 colombianos que usted envía será necesaria
para mantener la guarnición del Callao y del orden de
Lima. Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su
mando, la operación que se prepara por puertos intermedios
no podrá conseguir las ventajas que debían
esperarse si fuerzas poderosas no llamaran la atención del enemigo por otra parte, y
así la lucha se prolongará por un tiempo
indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente
convencido, que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente
guerra, la independencia de América es irrevocable; pero
también lo estoy, de que su prolongación
causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado
para los hombres a quienes están confiados sus destinos,
evitar la continuación de tamaños males.

En fin, general; mi partido está irrevocablemente
tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer
congreso del Perú, y al día siguiente de su
instalación me embarcaré para Chile,
convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le
impide a usted venir al Perú con el ejército de su
mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad
terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de
un general a quien la América debe su libertad. El
destino lo dispone de otro modo, y es preciso
conformarse.

No dudando que después de mi salida del
Perú, el gobierno que se
establezca reclamará la activa cooperación de
Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa
exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes
cuya conducta militar
y privada puede ser a usted de alguna utilidad su
conocimiento.

El general Arenales quedará encargado del mando
de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimientos,
estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense
toda consideración.

Nada diré a usted sobre la reunión de
Guayaquil a la República de Colombia. Permítame,
general, que le diga, que creí que no era a nosotros a
quienes correspondía decidir este importante asunto.
Concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran
transado, sin los inconvenientes que en el día pueden
resultar a los intereses de los nuevos estado de Sud
América.

He hablado a usted, general, con franqueza, pero los
sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados
en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse,
los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para
perjudicarla y los intrigantes y ambiciosos para soplar la
discordia.

Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito
a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con un
caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted,
general, esta memoria del primero de sus admiradores.

Con estos sentimientos y con la de desearle
únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la
guerra de la independencia de América del Sud, se repite
su afectísimo servidor.

José de San Martín" (1)

ARGUMENTOS

Veamos, en primer lugar, los argumentos esgrimidos por
los impugnadores de esta denominada «carta de
Lafond». V. Lecuna y C. L. Mendoza son los historiadores
más representativos de este grupo. Sus argumentos son los
siguientes:

1° En la carta de Lafond se dice que los
españoles del Perú contaban con 19000 veteranos, y
esto es falso y anacrónico, debido a que dicho
número sólo fue alcanzado en 1824. Este dato
equívoco demuestra que la carta fue elaborada
después de que el jefe del Estado Mayor O’Connor
publicó, en Potosí, el 9 de abril de 1825, la
relación de los rendidos a consecuencia de la
capitulación de Ayacucho, la cual arrojaba exactamente
18598 hombres. En cambio, en 1822, el número de realista
era sólo de 9530. En tanto que en esa misma época
el ejército patriota poseía 11000 efectivos. Por
esto resulta falsa la aseveración de la inferioridad del
ejercito libertador.

2° En la carta de Lafond se consigna que las bajas
de la división de Santa Cruz no habían sido
reemplazadas, cuando en realidad esto llegó a suceder
hasta dos veces: la primera en Quito, de los prisioneros de
Pichincha, y la segunda en Cuenca, con todo el batallón
del Sur adiestrado por Heres.

3° La discutida carta señala que la
división de Santa Cruz marchaba por tierra, cuando la
verdad es que lo hizo por vía marítima.

4° La misiva hace referencia a que San Martín
solicitó a Bolívar auxilio militar. Esto es falso,
por tres motivos:

a) San Martín no solicitó dichos
refuerzos.

b) Si admitiéramos, hipotéticamente, la
posibilidad de dicha petición, el Libertador no se hubiese
podido negar, existiendo ya un tratado de federación entre
Perú y Colombia, suscrito de 6 de julio de
1822.

c) Admitiendo, hipotéticamente, dicha solicitud,
sería inexplicable por qué no recurrió a
Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde
San Martín poseía gran influencia y de cuyos
gobiernos dependía la expedición libertadora del
Perú.

5° La carta de Lafond es falsa, porque San
Martín no podía decir que necesitaba ayuda del
ejército colombiano, cuando a sus amigos les dijo que la
suerte del Perú estaba asegurada. Así se los
expresó al Congreso Peruano, a O’Higgins, a Toribio
Luzuriaga y a Rudecindo Alvarado.

6° La versión dada por Lafond está en
contradicción con la versión de
Bolívar

7° Es falsa la carta porque de ser verdadera
Bolívar le hubiera dado respuesta, como era su costumbre.
Dicha respuesta no existe.

A. J. Amuchástegui, a pesar de ser un historiador
argentino (la nacionalidad del historiador cuenta bastante en
este tema, porque muchos de ellos no pueden superar el
subjetivismo chovinista y el culto al héroe)
también ha impugnado la autenticidad de la carta de
Lafond. Su análisis tiene matices muy propios y de
gran valor,
difiriendo en múltiples aspectos de los argumentos
utilizados por los estudiosos venezolanos. Trataremos de
sintetizar, lo más fielmente posible, el análisis
de Pérez Amuchástegui.

En primer lugar hace una crítica
morfológica (de autenticidad) de la misiva, y ella le
demuestra que: "La carta de Lafond no es ni puede ser
«auténtica» por la sencilla razón de
que no se trata del original ni tampoco de un duplicado ni de una
copia. La carta de Lafond sería, como máximo, una
eventual versión francesa de una carta escrita en castellano".

La crítica aletológica (de veracidad)
también lo lleva a la conclusión de que ella es
apócrifa. Señala, que si bien es verdad que San
Martín conoció las cuatro primeras versiones de la
carta, no es menos cierto que él no la proporcionó,
limitándose tan sólo a consentir su
divulgación. La crítica aletológica lleva a
demostrar su apocricidad, por los siguientes hechos:

a) Es imposible que San Martín le hubiese dicho a
Bolívar que en dos meses los realistas podían
reunir 20000 hombres, debido a que éstos se encontraban
muy dispersos.

b) San Martín no hubiera pretendido pedir que
Bolívar pasase con todo su ejército al Perú,
pues el territorio colombiano no estaba totalmente
pacificado.

c) Los epítetos despectivos que San Martín
da en esta misiva a Torre Tagle son injustificables, pues en
aquella época lo tenía en muy buen concepto.

d) Es imposible que San Martín le dijera que
había convocado el congreso como consecuencia de los
resultados de la entrevista, pues esta convocatoria había
sido realizada con cinco meses de anticipación.

e) Es inadmisible que San Martín le expresara que
le había escrito una carta el 23 de agosto, pues en carta
fechada desde Mendoza a 3 de agosto de 1823 le dice (a
Bolívar) que hasta antes de esta última misiva le
había escrito sólo otras dos: una "pocos
días antes" de la salida de Lima, y la otra desde Chile.
Por otro lado, si realmente le hubiera escrito esa pretendida
carta del 23 de agosto, en ella debió comunicarle la
pronta instalación del Congreso (que ya estaba acordado
por aquel día) y no aparecer ella como primicia en la del
29 de agosto.

f) Es ilógico que San Martín se refiera a
la designación de Álvarez de Arenales como
comandante de las fuerzas argentinas y no a Rudecindo Alvarado
que fue quien realmente quedó como jefe del
ejército libertador y cuyo nombramiento se había
hecho con bastante anterioridad.

La crítica axiológica (de
valoración) señala que la misiva del 29 de agosto
no carece de valor, pero éste sólo reside en el
hecho de que San Martín entendió razonable dejarla
circular "porque en sus días representaba una
versión incompleta y desfigurada, pero no enteramente
falsa, que, al mismo tiempo, era útil para el
Perú".

Pérez Amuchástegui señala, en
conclusión, que la carta de Lafond es apócrifa,
pero sin que ello signifique que no contenga algunas verdades,
pero que ellas distan mucho de representar la verdad de lo
acontecido. La misiva fue fraguada después de 1826 por el
grupo peruanista, interesado y empeñado en echar lodo
sobre Bolívar, el cual recién abandonaba el
Perú, pero cuya influencia se dejaba sentir. Algún
«secuaz» (es el término que emplea
Pérez Amuchástegui) del llamado grupo peruanista
entregó a Lafond la misiva, el cual sin sospechar la
superchería la llevó a Europa y la
publicó, con tanto más confianza cuanto que San
Martín tomó conocimiento de ella al leer las
pruebas de la obra del viajero francés y no hizo la menor
objeción. San Martín consintió su
difusión porque ella, en su época, "representaba un
elemento útil y capaz de concurrir a la
pacificación y orden del Perú". Aquí
estaría la explicación del por qué San
Martín en un álbum entregado a Sarmiento, le
dedicó el siguiente pensamiento
del suizo Francisco Rodolfo de Weiss:

"Un prejuicio útil es más
razonable

que la verdad que le
destruye".

Los principales sostenedores de la autenticidad de la
carta del 29 de agosto de 1822, que han esgrimido valiosos
argumentos a favor de ella y refutado las críticas de sus
impugnadores, son: los argentinos Enrique de Gandía,
Ricardo Rojas y Colombres Mármol (h); el uruguayo Ariosto
D. González, el paraguayo Julio César Chaves y el
germano Gerhard Masur. No está demás aclarar que
sólo mencionamos a los más representativos
historiadores que, después de un análisis minucioso
de la misiva, terminaron por pronunciarse favor de su
autenticidad.

Los defensores de la autenticidad de este documento
esgrimen, en la actualidad, un argumento común de muy gran
peso, cual es el señalar que esta controvertida misiva
está confirmada por los otros testimonios irreprochables
de San Martín, cuales son las cartas a Miller (1827) y
Castilla (1848).

Ya hemos señalado que, mientras que para algunos
historiadores este documento posee una importancia fundamental,
en cambio para otros no tiene ningún valor singular e
incluso puede prescindirse de él. Mitre la bautizó
como el "testamento político" de San Martín,
concepto en el cual le sigue Colombres Mármol (h). Levene,
por su parte, considérala como un "documento fundamental
de la historia
argentina y americana". En cambio Gandía y Chaves le
restan total importancia. . Gandía dice que "…la carta
de Lafond no es ninguna columna vertebral de la historia
sanmartiniana, como alguien ha dicho, enfáticamente, sino
uno de los tantos documentos del archivo de San Martín que
nada agrega ni nada quita a la gloria y al conocimiento de los
detalles más significativos de la vida del Gran
Capitán. Más aún: esta carta, mal
leída, ha sido causa del desentendimiento y del odio que
ha separado, desde hace un siglo, a los historiadores
sanmartinianos y a los historiadores bolivarianos". Y J.C.
Chaves, sentencia: "…en el estado
actual de las investigaciones
para explicar el misterio de Guayaquil, carece la famosa carta de
importancia, pues lo dicho en ella por San Martín lo
repitió después casi con las misma palabras al
General Miller y al Mariscal Castilla. Ni un ápice
varía la tesis
sanmartiniana si se deja de lado".

Gandía ha hecho un análisis comparativo
muy cuidadoso y crítico entre el contenido de la carta de
Lafond con las versiones dadas por el propio Bolívar, y ha
encontrado que existe una fiel correspondencia entre ambas
versiones, lo cual –según Gandía- demuestra
fehacientemente la autenticidad de la carta del 29 de agosto,
porque ya no sólo hay fidelidad entre ella y los otros
documentos emanados del propio San Martín, sino lo que es
más importante, entre ella y los propios testimonio de
Bolívar.

El historiador uruguayo Ariosto D. González ha
hecho un acucioso análisis del controvertido documento,
pronunciándose a favor de su autenticidad. Señala
los siguientes factores que deben ser tenidos en cuenta al hacer
el análisis en torno a su autenticidad:

1° Las cuatro primeras ediciones de esta misiva
fueron hechas en vida de San Martín y más
aún, fueron conocidas por él.

2° San Martín guardaba profundos recuerdos de
la entrevista de Guayaquil. Lafond, Alberdi y Sarmiento lo
visitaron y recibieron confidencias de él e incluso Lafond
recibió documentos. Además, San Martín
conoció los trabajos de ellos y nunca rectificó lo
concerniente a la carta del 29 de agosto.

3° Uno de los argumentos esgrimidos por los
historiadores venezolanos para señalar su carácter
apócrifo, es el de sostener que ella es lesiva a la gloria
del Libertador. En realidad esto es falso, ya que la carta
sólo refleja la versión de San
Martín.

4° Los impugnadores señalan que San
Martín no ofreció a Bolívar servir bajo su
mando. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que esta misma
versión que aparece en la controvertida carta, la
repitió a Manuel Guerrico, a Sarmiento y a
Castilla.

5° Señalan los impugnadores que San
Martín no solicitó ayuda militar. Pero lo cierto es
que San Martín les afirmó a Guido, Guerrico,
Alberdi, Sarmiento, Miller y Castilla que él pidió
a Bolívar la colaboración de todo el
ejército colombiano.

6° Señalan los impugnadores que el dato
consignado en la carta de Lafond de 19000 realistas, para
referirse al efectivo total del ejército realista en
agosto de 1822, es falso y que ha sido tomado de la
relación publicada por O’Connor en Potosí, en
1825, lo cual demuestra la superchería. En realidad este
argumento es sólo una suposición, la cual carece de
real fundamento.

7° El hecho de que Lafond no mencione cómo
obtuvo la carta (que es otro argumento en su contra) se explica
en razón de que él era un simple autor de relato de
viajes y no un historiador.

9° Toda falsificación persigue un fin. Pero,
de ser apócrifa ella, no se encuentra qué objetivo u
objetivos perseguía.

10° También sería inexplicable, de ser
cierta la falsedad de la misiva, el porqué San
Martín consintió que ella circulara.

Las conclusiones a que llega A. D. González, son
las siguientes:

1° La carta de 29 de agosto de 1822 debe ser
admitida como auténtica en cuanto a su forma externa,
material, y en lo relativo a su sentido espiritual.

2° Los hechos y circunstancias afirmados en la
misiva, coinciden con los sucesos ocurridos y, aunque en detalle,
pueden ser discutidos y rectificados, sólo debe ser con
independencia de la autenticidad física de lo escrito
y de la fidelidad intelectual de lo que se quiera
expresar.

3° Dado el
conocimiento que el general San Martín tuvo del
texto
publicado por Lafond y repetido por Alberdi y Sarmiento, hay que
reconocer que lo aceptaba como auténtico y
verídico.

4° La coincidencia de ese documento con las
manifestaciones del general San Martín al General Guido,
al General Miller, a Alberdi, a Guerrico, a Sarmiento, al
Mariscal Castilla y con los sucesos ocurridos, le imprimen un
sello de autenticidad y hace que valga, también, y como
testimonio del prócer.

J. C. Chaves ha expuesto en su trabajo titulado "El
portador de la Carta Lafond" un enfoque de gran mérito,
por su originalidad. Como en la misiva se hace mención al
Comandante Delgado como el encargado de haberla llevado a su
destino, Chaves dirigió su investigación a la identificación de
este enigmático personaje, pues de haber existido
realmente, sería esto un elemento más, y de gran
peso, a favor de su autenticidad. Encontró Chaves que el
tal comandante Delgado era el segundo jefe del Regimiento
Voltíjero (ex Numancia), el colombiano Miguel Delgado.
Este personaje partió para Colombia, a bordo del
"Boyacá", a fines de setiembre de 1822 y llegó a
Guayaquil el 13 de octubre. Chaves cita en comprobación de
este dato, la carta de 14 de octubre del general Antonio Morales
dirigida a Santander, y en donde le dice: "Ayer ha llegado el
teniente coronel Delgado, que últimamente era comandante
del Numancia; trae muchos pliegos para el Libertador, y
según dice la bruja lo llama el Congreso de
Lima".

Se sabe, por otra parte, que Bolívar, el 11 de
octubre, encontrándose en Loja, recibió noticias
del retiro de San Martín. De Loja, el Libertador
volvió sobre Cuenca, donde el día 27
resolvió marchar al norte. Pero al día siguiente,
28 de octubre, intempestivamente cambió de parecer y
decidió pasar al Perú. ¿Qué lo
llevó a tomar esta resolución? Lo decidió el
haber recibido la carta de San Martín de 29 de agosto de
1822, con el correo llegado de Guayaquil. El día 30
Bolívar le escribía a Santander: "Aseguro a Ud. que
la correspondencia de Lima ha multiplicado mis cuidados y mis
responsabilidad, que es lo peor. Había
pensado ir a Bogotá por ceder a las instancias de Ud. y
porque conocía la razón para ello; pero he cambiado
de resolución y ya no pienso más que en levantar
4000 hombres para mandarlos o llevarlos al Perú. Digo
llevarlos porque no sé a quien confiárselos en un
país muy difícil y enredado; que no tiene que comer
y es carísimo; que no tiene agua y
está helado; que no tiene gobierno y todos mandan. En fin,
contra un enemigo que parece terriblemente y que probablemente
cambia la suerte de América si no se le opone una resistencia
vigorosa".

De Cuenca Bolívar pasó a Quito, y
allí Delgado se entrevistó personalmente con
Bolívar, según se desprende de una carta del
Libertador a Santander, en la cual le expresa: "He visto a
Córdoba y a Delgado, que ha venido de Lima y no
añaden ninguna noticia: sólo sí confirman
todo lo que antes le he escrito a usted".

J.C. Chaves a pesar de presentar la
identificación del presunto dador de la controvertida
carta, sin embargo no sostiene enfáticamente su
autenticidad y ello a pesar de que según él existen
tres factores más que hablan a favor de ella:

1° La carta es del estilo inconfundible de San
Martín.

2° San Martín conocía la
versión de la carta y no la desmintió; vale decir,
la ratificó.

3° En las misivas a Miller y a Castilla, San
Martín dio idéntica explicación de la
entrevista y su retiro del Perú.

A pesar de todo esto, Chaves cree que aún no
están completos todos los elementos que acreditan sin
lugar a error, la autenticidad indubitable del controvertido
documento. En su obra "La Entrevista de Guayaquil", publicada en
1965, dice al respecto: "Tanto lo que creen en su autenticidad
como los que la niegan, poseen argumentos convincentes que
merecen consideración y respeto…" Y
párrafos más adelante, concluye: "…no creemos que
a esta altura de la investigación se pueda afirmar
«en forma terminante» la autenticidad de la carta de
Lafond. Apenas nos inclinamos a considerarla
verdadera".

Tal vez haya influido para esta actitud
dubitativa, pero tan llena de sinceridad y humildad intelectual
(cualidades realmente raras entre muchos de los diversos
estudiosos de esta carta, que llenos de vanidad, orgullo y poca
modestia, niéganse a ver los aspectos positivos de
aquellos que sostienen ideas contrarias a las propias, para
encerrarse dentro de un círculo dogmático que es
necesario salvaguardar, recurriendo a todos los medios) las
atingencias que le hiciera Vicente Lecuna, en el sentido de que,
por ejemplo, el presunto cambio intempestivo de Bolívar de
pasar al Perú, realmente no tiene tal
característica, pues el Libertador siempre estuvo alerta a
la situación del Perú, como es fácil
comprobar leyendo el oficio de 9 de setiembre, la carta del
Libertador a Peñalver de 26 de setiembre, y las misivas a
Santander de 13 de setiembre y 11 de octubre. En esta
última, se lee: "Todo esto (se refiere a los
inconvenientes de la guerra en el Perú, debido al
«escape» de San Martín, a la poca experiencia
de Rudecindo Alvarado, al inconveniente de ser el ejército
la unión de efectivos de cuatro naciones, a la presencia
de jefes «facciosos», al avance realista hacia Lima)
me hace pensar mucho sobre lo que debo hacer. Ya yo estaba
determinado por irme por enero a Bogotá, y ahora no
sé lo que haré, porque las cosas se están
poniendo en un estado que indispensablemente han de sufrir
numerosas alteraciones, en bien o en mal; y en uno u otro caso,
siempre tenemos que resistir el choque de los vecinos
españoles o peruanos. En fin, dentro de quince días
diré a Ud. definitivamente lo que pienso hacer. Para
entonces habré recibido mi correspondencia, pues hoy no me
ha venido: sólo me ha llegado una carta de cumplimiento
del general La Mar. Sin duda habrán ido a Guayaquil mis
pliegos". (Lecuna, V. "Cartas del Libertador", tomo III;
pp.101-102).

Sostiene Lecuna que el 28 de octubre recibió el
Libertador noticias sobre la crítica situación del
Perú, de parte del jefe colombiano Paz del Castillo, y
ello fue lo que le decidió a no marchar hacia el norte.
Aquel mismo 28 le escribió a La Mar, presidente de la
junta gubernativa del Perú, dándole consejos
militares para el caso de que Lima fuese atacada por los
realistas; le promete enviarle 6000 colombianos, aunque le hace
presente que aún no había recibido respuesta a su
ofrecimiento de 4000 hombres (oficio de 9 setiembre). Esta carta
de 28 de octubre hace referencia a haber recibido noticias
envidas por jefes colombinos: "No he recibido carta de Ud. con el
correo del Perú, y escribo a Ud., sin embargo, para no
perder tiempo sobre lo que he podido concebir por las
correspondencias, que "últimamente he recibido de Lima,
venidas por Guayaquil;. Estas correspondencias son de nuestros
jefes y oficiales colombianos y ninguna del gobierno ni de Ud. "
(Op. Cit.; t.III;pp.110-112).

Asimismo, Lecuna argumentaba que, de acuerdo al contexto
de la carta del 29 de agosto, Delgado («dador de
esta») debió entregársela personalmente a
Bolívar, conjuntamente con unos pretendidos regalos; pero
esto no sucedió así y el Libertador nunca
recibió los regalos que la controvertida misiva
menciona.

Debemos mencionar, asimismo, que incluso entre aquellos
que aceptan como prueba de gran valor la identificación
del presunto portador de la carta del 29 de agosto, ha surgido un
pequeño problema. Para Corteaux Pellegrini y para
Gandía no fue Miguel sino Ruperto Delgado el verdadero
portador de la carta. Como ya sabemos, para J.C. Chaves fue
Miguel Delgado. Por nuestra parte sostenemos que el comandante
del Numancia que llegó a Guayaquil el 13 de octubre con
pliegos del Perú fue Miguel Delgado. Veamos las
pruebas.

Según la carta del general Morales a Santander de
14 de octubre, quien llegó un día antes fue el
teniente coronel Delgado, "que últimamente era el
comandante del Numancia". Y el comandante de este batallón
(primero lo fue Tomás de Heres, al pasarse íntegro
a las filas patriotas, pero éste tuvo que abandonar el
Perú) lo era Miguel Delgado, según se puede
comprobar leyendo, entre otros documentos, las cartas de Sucre al
comandante del Numancia D. Miguel Delgado, para que éste
abandonase el Perú con todo el regimiento (Ver: A.E. de la
Rosa, "Firmas del Ciclo Heroico", documentos 193, 194, 195, 198 y
199). Ruperto Delgado fue también comandante del Numancia
pero cuando este batallón era fiel a la causa realista y
no tuvo participación (a pesar de ser amigo íntimo
de Heres) en la conjura del pase a las filas patriotas, por lo
que fue apresado, para luego vivir sin ser fastidiado (gracias a
la intersección de T. de Heres) en Supe y viajar
posteriormente a Chile y de allí a Europa. (ver:"Exposición
que el General de Brigada Tomás de Heres presenta al
público sobre las acusaciones que le hace D. Federico
Brandsen en un impreso publicado en Santiago de Chile", en D.F.
O’Leary "Historia de la Independencia Americana…;1919;
pp. 474-486) Y por si esto fuera poco, debemos decir que en la
Relación de Oficiales del Numancia, hecha en Huaura a 29
de marzo de 1821, no figura ningún Ruperto Delgado, y
sí, en la plana mayor, el Sargento Mayor D. Miguel
Delgado" (D.F. O’Leary, Op. Cit: pp. 434-435).

Colombres Mármol (h) preocupado con ardor y
pasión por la entrevista de Guayaquil, así como por
reivindicar la memoria de
su padre (que, como veremos en el capítulo siguiente,
desató una verdadera conmoción en el ámbito
historiográfico al publicar un trabajo sobre la entrevista
de los libertadores con documentos inéditos, que fueron
tachados al poco tiempo de apócrifos), (Ver "Dos casos de
falsificaciones históricas en Hispanoamérica "
publicado por monografias.com; http://www.monografias.com/trabajos10/dosca/dosca.shtml)

ha expuesto una crítica seria, aunque suele
dejarse llevar por el nacionalismo y
el culto al héroe, sobre las conclusiones a las que
llegara Pérez Amuchástegui sobre la carta de
Lafond. Algunas de estas críticas están tan bien
meditadas, que realmente echan por tierra las argumentaciones del
autor de "La «Carta de Lafond» y la Preceptiva
Historiográfica". Señalemos algunas de
ellas:

1° La carta de M. Balcarce a Mitre de 8 de agosto de
1822 ha sido tendenciosamente interpretada por el profesor
cordobés, en el sentido de duda sobre la existencia del
borrador de la carta de 29 de agosto de 1822, cuando en realidad
lo que colige del texto es sólo la duda de si San
Martín envió o no dicho borrador a
Guido.

2° Si el grupo peruanista fabricó esta carta
después de 1826 para desprestigiar a Bolívar, es
decir para cumplir un fin inmediato, ¿por qué se la
entregaron a Lafond, un extranjero que tendría que hacer
un largo y peligroso viaje a Europa, donde recién
allí podría publicarla y en idioma francés?
¿Tendría explicación lógica
esta actitud de los falsarios?

3° De haber estado comprometido Lafond en la
superchería, ¿cómo se explicaría que
habiendo llegado a Francia en 1833, recién en setiembre de
1839 entrase en contacto con San Martín y la publicase en
1843?

4° ¿Cómo es que pudieron estar
seguros que
San Martín no iba a denunciar el fraude?

5° En el período 1826-1828, fecha en la que
según Pérez Amuchástegui debió ser
elaborada esta carta, vivía no sólo San
Martín sino también Bolívar y el comandante
Delgado. ¿Cómo pudieron concebir los falsarios que
ninguno de ellos la desmentiría?

6° ¿O es que acaso no tenían
interés que fuese publicada de inmediato? ¿O tal
vez los falsificadores contaban con que Bolívar
moriría prematuramente?

En cambio, muy débil es el argumento de Colombres
Mármol (h) para rebatir a Pérez Amuchástegui
cuando éste sostiene que los epítetos contenidos en
la carta de Lafond contra Torre Tagle («débil e
inepto») no se justifican en esta época, en la cual
el Protector tenía en buen concepto al que fuera Supremo
Delegado del Perú. Debemos señalar que el peruano
Javier Ortiz de Zevallos, que ha compilado la correspondencia
entre Torre Tagle y San Martín, señala
también la apocricidad de la cuestionada misiva, basado en
este mismo argumento de Pérez Amuchástegui.
Colombres Mármol quiere explicar y justificar diciendo que
dichos epítetos no son utilizados por San Martín en
forma peyorativa, ya que «débil» hace
referencia a la salud resquebrajada del
marqués, en tanto que «inepto» sólo
señala la poca capacidad del mismo para el mando. Como se
puede apreciar, estos argumentos son totalmente
endebles.

Gerhard Masur ha hecho un estudio muy detenido y
metódico en torno a la carta de Lafond, señalando
los elementos en contra de su autenticidad, los factores que la
apoyan y, por último, poderosos argumentos en contra de
los impugnadores del discutido documento. Los elementos en contra
de su autenticidad, según Masur, son tres:

"The arguments brought against its authenticity are: (1)
the original manuscript has not yet been found, (2) it was
published twenty two years after it was written, and (3) it has
not been clearly established how Lafond came into possession of
the letter, that is, whether he received it from one of
Bolivar’s aides or directly from San Martin. But this
uncertainty does not seem in itself sufficient to discredit the
letter. Similar charges can be preferred against many a famous
South American documental; take, for instance, Bolivar’s
"Carta de Jamaica". We are, therefore, obliged to submit the
letter to further examination to determine its credibility, and
it seems expedient at this point to present the documents in full
in order that text and analysis may be clearly followed". (Masur,
G. "The Conference of Guayaquil" p. 203)

En cuanto a los factores que hablan en su favor, Masur
señala:

"The are many factors which support the authenticity of
this letter. Let us consider them in order: (1) Few historians
before Lecuna have ever questioned the document. Even
Bolivar’s most ardent partisan, as, for instance,
Larrazabal or the very objective Paz Soldán, accepted it
as true evidence. (2) Lafond, in whose book the letter was first
published, was at the time of its writing in close contact with
San Martin. He had asked the argentine for documents and
information and had been supplied with both, including character
sketch of Bolivar and Sucre. If the letter is not authentic we
would be obliged to believe that San Martin had condoned and
historical forgery in his own interest. Such an idea was alien to
San Martin’s somewhat stoic and unostentatious temperament
and seems incompatible with all the maims and norms which had
guided him during his life. Furthermore Juan B. Alberdi, visited
San Martin en 1843 and later published a biographical article
about his hero including the now notorious letter as an addendum.
(3) The letter of august 29 is confirmed by two other letters
written at great intervals, the first one to Miller in 1827, and
the second to Castilla in 1848. Both contain references to the
meeting of Guayaquil which coincide with the statements made in
august 1822" (Masur, G. Op. cit)

Masur, metódica y sistemáticamente pasa,
en tercer lugar, a rebatir cada uno de los argumentos de los
impugnadores de la controvertida misiva:

1° Que la carta de 29 de agosto contradiga la
versión de Bolívar es explicable, teniendo en
cuenta el carácter opuesto de los protagonistas y la
naturaleza
polémica de los asuntos tratados.

2° El aparente error de considerar 19000 efectivos
para el ejército realista en agosto de 1822, se explica
como un lapsus calami del Protector, quien en vez de escribir
10900 anotó 19000. Masur se basa, para afirmar esto, en el
dato que dio Lecuna en 1945, de 10930 efectivos para el
ejército realista. Pero debemos señalar que en 1949
Lecuna consignó que dicho ejército sólo
llegaba a 9530 hombres.

3° La aparente contradicción de San
Martín de decirle a sus íntimos de que la suerte
del Perú estaba asegurada y consignar en la discutida
carta que había solicitado el auxilio del ejército
colombiano, se explica por una actitud lógica de
justificar su retiro.

4° La división de Santa Cruz no
utilizó, para su regreso a Lima, la vía
marítima. Esto está confirmado por dos testimonios:
una carta del Libertador a Santander de 14 de setiembre de 1822 y
el testimonio dejado por M. A. López en sus "Recuerdos
Históricos". Bolívar, en la citada misiva, le dice
a Santander: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al
coronel Heres en que le dice, desde Piura, que marchaba para Lima
aunque con poco gusto suyo". Manuel A. López consigna al
respecto: "Luego que el Libertador tuvo conocimiento de cuanto
había hecho el general Sucre, fijó su primera
actuación en mandar ajustar y pagar la división del
Perú, y una vez satisfecha de sus haberes, y habiendo
ascendido a general de brigada a Santa Cruz, le devolvió
sus tropas al gobierno peruano, haciéndolas regresar por
tierra como habían venido".

Pretendemos, muy modestamente, colaborar en algo al
esclarecimiento de la problemática de la denominada
«carta de Lafond». Consideramos que la
posición adoptada por los impugnadores en el sentido de
querer negar su autenticidad porque no contiene
«verdades» o porque no se ajusta a la versión
de Bolívar es un criterio totalmente equívoco, pues
un documento puede contener falsedades y ser auténtico. Es
posible, por supuesto, llegar a la conclusión de que un
documento (del cual, en este caso, no existe original ni copia)
es apócrifo, por los datos
contradictorios que contiene; pero no basta comprobar que
contiene falsedades para de allí deducir necesariamente su
inautenticidad, sino que es necesario confrontar ese presunto
falso documento con otros de autenticidad indubitable
pertenecientes al mismo personaje a quien se le atribuye la
paternidad del cuestionado documento y apreciar si existen
diferencias sustanciales entre ellos. Y en el caso de la carta de
Lafond, ¿existen graves diferencias entre ella y los otros
indubitables testimonios de San Martín?. Sinceramente, no.
De aquí que los impugnadores no pueden dar una
explicación lógica (excepción hecha de
Irrazaval) a la extraordinaria coincidencia entre esta
controvertida misiva y otros documentos auténticos de San
Martín, además de también existir
correspondencia con los testimonios que nos han dejado algunos
personajes que recibieron confidencias del libertador
argentino.

Analicemos, con cierto detenimiento, esta plena
coincidencia.

1. San Martín sostuvo que
solicitó la colaboración de todo el ejército
colombiano y que se ofreció servir bajo las órdenes
de Bolívar
.

a) Carta de Lafond.

"Los resultados de nuestra entrevista no han sido lo que
me prometía para la pronta terminación de la
guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido,
o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir
bajo sus órdenes con las fuerzas de su mando,
o que mi
persona le es embarazosa".

"…Por consiguiente, sin el apoyo del
ejército de su mando,
la operación que se
prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las
ventajas que debía esperarse si fuerzas poderosas no
llaman la atención del enemigo por otra parte, y
así la lucha se prolongará por un tiempo
indefinido".

b) Carta a Miller

"En cuanto a mi viaje a Guayaquil el no tuvo otro objeto
que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que
pudiera prestar para terminar la guerra del
Perú…
pero mis esperanzas fueron burladas al ver que
en mi primera conferencia con el libertador me declaró que
haciendo todos los esfuerzos posibles sólo podría
desprenderse de tres batallones con la fuerza total
de 1070 plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para
terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito
de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz
cooperación de todas las fuerzas de
Colombia…"

c) Carta a Castilla.

"…pero mi entrevista en Guayaquil con el general
Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de
que el solo obstáculo para su venida con el
ejército de su mando,
era la presencia del general San
Martín, a pesar de la sinceridad con que le
ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas
las fuerzas de que yo disponía".

"…cuanto que conocía que con las fuerzas
reunidas de Colombia y del Perú…".

2. San Martín señaló que se
apartó del Perú a consecuencia de la entrevista de
Guayaquil, convencido de que su presencia era el único
obstáculo para la venida de Bolívar.

a) Carta de Lafond

"En fin, general; mi partido está
irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes de entrante he
convocado el primer congreso del Perú, y al día
siguiente de su instalación me embarcaré para
Chile, convencido de que mi presencia es el solo
obstáculo que le impide a usted venir al
Perú…
"

b) Carta a Miller

"… Estos auxilios no me parecen suficientes
para terminar la guerra… así que mi resolución
fue tomada en el acto
creyendo de mi deber hacer el
último sacrificio en beneficio del país. Al
día siguiente y a presencia del vicealmirante Blanco, dije
al Libertador que habiendo convocado el congreso para el
próximo mes, el día de su instalación
sería el último de mi permanencia,
añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo
de gloria en el que va usted a poner el sello a la libertad de
América".

c) Carta a Castilla

"…pero mi entrevista en Guayaquil con el General
Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de
que el solo obstáculo para su venida al Perú
con el ejército de su mando, era la presencia del General
San Martín…

"Si algún servicio tiene que agradecerme la
América es el de mi retirada de Lima…"

3. Consideró San Martín su retiro como
un sacrificio

a) Carta de Lafond

"Para mí hubiese sido el colmo de la
felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las
órdenes de un general a quien la América debe su
libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso
conformarse…"

b) Carta a Miller

"…creyendo de mi deber hacer el último
sacrificio en beneficio del país".

c) Carta a Castilla

"Si algún servicio tiene que agradecerme la
América es el de mi retirada de Lima… Pero este
costoso sacrificio…"

4. San Martín señaló que era
necesario guardar silencio para evitar que de lo acaecido fuesen
a sacar provecho los realistas y los intrigantes.

a) Carta de Lafond

"He hablado a usted, general, con franqueza, pero los
sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados
en el más profundo silencio; si llegase a traslucirse, los
enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para
perjudicar y los intrigantes y ambiciosos para soplar la
discordia".

b) Carta a Miller

"Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de
tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en
aquellas circunstancias)…"

5. San Martín no dudaba que la guerra en el
Perú estuviese segura, lo que él decía era
que necesitaba la unión de ambos ejércitos para que
dicha guerra concluyese más prontamente y sin tanto
derramamiento de sangre.

a) Carta de Lafond

"…y así la lucha se prolongará
por un tiempo indefinido. Digo indefinido, porque estoy
íntimamente convencido que sea cuales fueren las
vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la
América es irrevocable; pero también lo estoy de
que su prolongación causará la ruina de sus
pueblos".

b) Carta Miller

No consigna datos sobre el particular.

c) Carta a Castilla

"…sino que me era tanto más sensible (se
refiere a su retiro) cuanto que conocía que con las
fuerzas reunidas de Colombia y del Perú la guerra de la
independencia hubiera terminado en todo el año
23".

6. San Martín refirió que le dijo a
Bolívar que un nuevo campo de gloria quedaríale
abierto al separarse él del Perú.

a) Carta de Lafond

"No dudando que después de mi salida del
Perú,
el gobierno que se establezca reclamará
la activa cooperación de Colombia, y que usted no
podrá negarse a tal exigencia…"

b) Carta Miller

"… dije al Libertador que habiendo convocado el
Congreso para el próximo mes, el día de su
instalación sería el último de mi
permanencia en el Perú, añadiendo: ahora le
queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted
a poner el último sello a la libertad de
América".

c) Carta a Castilla

No consigna nada al respecto.

Como se podrá apreciar, la correspondencia entre
estos tres testimonios es absoluta. Por tanto, para esclarecer
este espinoso problema sobre la autenticidad o apocricidad de la
carta del 29 de agosto no debe, de ninguna manera, pasarse por
alto este hecho fundamental. Casi todos los impugnadores lo han
eludido, de allí que uno de los puntos más
débiles de sus argumentaciones lo sea el dejar inexplicada
esta correspondencia. Lecuna, por ejemplo, que tan sagazmente ha
estudiado esta misiva, señala que existen ocho documentos
que prueban su carácter apócrifo: cuatro
bolivarianos (las dos relaciones Oficiales, la carta a Santander
de 29 de agosto y el oficio de 9 de setiembre) y cuatro
sanmartinianos (la exposición de San Martín al
Congreso, y sus cartas a O’Higgins, Luzuriaga y Alvarado,
todos ellos referentes a su confianza en la suerte de la guerra y
a su retiro del Perú).

Pero Lecuna en ningún momento nos da una
solución satisfactoria a la perfecta correspondencia entre
la controvertida carta con las misivas dirigidas a Miller y
Castilla. Queda, por tanto, su análisis incompleto. Algo
más, San Martín en ningún momento
expresó que la suerte del Perú estaba perdida sin
la colaboración del ejército colombiano, sino que
él consideraba necesario la unión de ambos
ejércitos para una pronta terminación de la guerra,
y esto es lo que aparece en la discutida misiva.

Cristóbal L. Mendoza, no deja de reconocer,
aunque tácitamente, las similitudes entre la carta de
Lafond y las dirigidas a Miller y Castilla. Pero Mendoza trata de
explicar estas semejanzas diciendo que San Martín se vio
en la imperiosa necesidad, debido a los reproches que
recibía de sus amigos por su retiro del Perú, de
inventar como excusa de su retiro la negativa de Bolívar a
los auxilios militares que él fuese a solicitarle a
Guayaquil. En el informe evacuado
por este prestigioso historiador venezolano en torno a la
discutida misiva, y sobre el particular que comentamos,
leemos:

"Las cartas de San Martín para Miller y Castilla
carecen de fuerza probatoria ante los documentos ya comentados y
las circunstancias expuestas. Tales cartas constituyen, en
efecto, una mezcla de interpretaciones ocasionales, de
comentarios psicológicos y de errores evidentes que no
alteran la verdad de lo ocurrido, aun cuando tienen su
lógica explicación. Desde el momento mismo de su
renuncia, San Martín se había visto acosado y
atormentado por las recriminaciones de sus amigos y servidores,
quienes le echaban en cara, casi como una traición, el que
hubiese abandonado la empresa de
liberación del Perú, dejándolos expuestos a
los más tristes azares…

En presencia de esos ásperos ataques y duras
recriminaciones, que debían conturbar hondamente su
espíritu, es perfectamente explicable que San
Martín hubiese recurrido al subterfugio, ante la
interrogación indirecta de Miller sobre lo ocurrido en la
entrevista de Guayaquil, y adujera como motivo de ésta el
de los auxilios militares colombianos, aun cuando dicha
cuestión, como se verá más adelante, no
justificaba el viaje por sí sola…"

Como se podrá apreciar, en realidad C.L.Mendoza
no enfoca directamente el problema de explicar el porqué
de la correspondencia entre la misiva del 29 de agosto con las
dirigidas a Miller y Castilla. Aun admitiendo,
hipotéticamente, que San Martín se hubiese visto
obligado a inventar falsedades para justificar su retiro del
Perú, esto en nada explica el por qué de la
correspondencia entre los documentos auténticos con el
controvertido.

Isaac J. Barrera, impresionado por las múltiples
semejanzas existentes entre estos tres documentos, considera que
ello se debería a que la carta de Lafond fue elaborada por
personas que conocían la misiva que San Martín le
envió a Miller el 19 de abril de 1827. esta
hipótesis es muy deleznable, porque supondría ver
comprometido en dicha superchería a Miller, el cual, si
embargo, en sus Memorias no
aprovechó la versión que San Martín le diera
sobre la entrevista de Guayaquil en la citada carta.

Se ha dicho que la carta de Lafond es apócrifa
porque dice exactamente lo contrario de lo que dijo
Bolívar sobre lo acaecido en Guayaquil. Este argumento
tendría algún valor si fuera el único
testimonio de San Martín, por lo que resultaría
lógico pensar de inmediato en un fraude. Pero ya sabemos
que esto no es así, que sus otros testimonios confirman lo
que se dice en la cuestionada carta. Por otro lado, los
impugnadores que emplean este argumento parten del hecho
prejuicioso de que la «verdad» de lo sucedido se
encuentra en la versión de Bolívar y que por lo
tanto todo documento que diga otra cosa es apócrifo o por
lo menos mendaz. Esto es, desde todo punto de vista,
antimetodológico ya que admitiendo incluso que la
versión de Bolívar fuese la que reflejara la verdad
de lo acontecido, otros testimonios que digan lo contrario no
serían necesariamente apócrifos, sino, en primer
lugar, no veraces, sin que ello excluya, por supuesto, que
profundizando el análisis pueda comprobarse que
además son apócrifos. Este carácter de
apocricidad no se puede determinar sólo con el
análisis de veracidad hecho sobre la base del documento
cuestionado (la carta de Lafond) en confrontación con los
testimonios de Bolívar, sino que es fundamental
confrontarlo con las versiones de autenticidad saneada del propio
San Martín. Ya hemos comprobado la perfecta
correspondencia que existe entre estos documentos. Pero, y
aquí radica el error de los que sostienen la autenticidad
de la carta de Lafond, de esto no puede colegirse la autenticidad
del discutido documento, porque desde un punto de vista
eminentemente metodológico, es necesario aún dar un
nuevo paso en su análisis antes de arribar a una
conclusión sobre su autenticidad o apocricidad. Más
adelante nos detendremos en este eslabón
metodológico que falta. Todavía nos queda formular
y reformular algunas críticas de los
impugnadores.

Señalan los impugnadores que los datos
numéricos consignados en la carta de Lafond, referentes al
ejército realista son falsos y anacrónicos,
así como también es errado el número de
hombres que dicha carta considera para el ejército
patriota. La carta de Lafond atribuye a los realistas 19000
efectivos, cuando en realidad sólo tenían, por
aquella época 9530 hombres. Según Lecuna la
explicación de tan craso error estriba en que el
falsificador consignó el dato del total del
ejército realista alcanzado en 1824. El mismo Lecuna
considera que en agosto de 1822 el ejército patriota
alcanzaba 30000 efectivos, con lo que la superioridad patriota
era bien manifiesta.

Pero, ¿son totalmente ciertos estos datos?.
Realmente, no. El historiador peruano Carlos Dellepiane, tan
meticuloso en el aspecto militar de la historia peruana, asigna
al ejército realista al iniciarse la campaña
libertadora, un total de 23000 soldados, incluyendo a los de la
guarnición del Callao y las unidades que se encontraban en
el Alto Perú. Otro historiador peruano, Rubén
Vargas Ugarte, tan escrupuloso como documentado, también
asigna este número a los realistas, basado en un documento
de julio de 1820, que fuera remitido al Cónsul de España en
Bruselas, y en el cual se consigna los siguientes
datos:

Ejército del General D. Juan Ramírez o
del Centro 7000 hombres

Vanguardia mandada por el Brigadier
Olañeta 4000 "

En Arequipa, al mando del Brigadier Ricafort 3500
"

En Lima, al mando del teniente General La Serna 6000
"

En Chiloé, al mando de Quintanilla 1000
"

En Pisco, al mando de Quimper 500 "

En el Cusco 500 "

En La Paz 500 "

Total 23000 "

La retaguardia está en Oruro y Arica, el centro
en Tupiza y la vanguardia en
la garganta de Salta y Jujuy" (Vargas Ugarte, Rubén
"Historia General del Perú", tomo VI;
pp.75-76).

No está demás recordar que ya Carlos
Cortés Vargas consideraba que el ejército realista
al cual tuvo que enfrentarse San Martín tenía 17000
efectivos, no considerando el citado autor en este número
al Ejército del Centro. Veamos los datos que consigna
Cortés Vargas:

"Las tropas españolas que guarnecían el
virreinato del Perú y contra las cuales iba a actuar el
General San Martín, se componía de tres
ejércitos:

Ejército de Lima, con un total de 8188
combatientes

Ejército de Arequipa, con 2388 "

Ejército del Alto
Perú 6500 "

O sea un total de 17076 "

Lecuna, por otra parte, le signa al Ejército
Libertador una superioridad extraordinaria que no tuvo en agosto
de 1822, pues le llega a atribuir más de 30000 efectivos,
según se desprende de los siguientes datos que
consigna:

"Cuerpo de Alvarado, en Lima 7544 hombres

División Colombiana, lista pasada en Lima 1656
"

División Santa Cruz, despachada con 1700 1500
"

Ejército de San Martín 10700
"

Sin contar los batallones y un escuadrón
adiestrado por el General Martínez, en Huaraz, 649
guerrilleros regimentados alrededor de Lima y en reserva 13970
milicianos en el norte y 7318 en Lima y provincias centrales,
aptas para dar reemplazos rápidamente" (Lecuna, Vicente.
"Nuevas versiones sobre la Entrevista de Guayaquil")

Estos datos son realmente abultados. Historiadores
peruanos reconocidos por su seriedad y bien documentadas obras,
tales como Nemesio Vargas y Rubén Vargas señalan
que al ser revistado el Ejército Libertador, en junio de
1822, por San Martín, en el campo de San Borja, arrojaba
7491 hombres y 397 jefes y oficiales, y la Guardia Cívica
un total de 7318 efectivos. Añadiendo la división
de Santa Cruz, el Ejército Libertador del Perú
llegaba tan sólo a 16000 efectivos, entre los cuales se
contaban gran número de reclutas.

En una obra publicada por el Estado Mayor General del
Ejército del Perú, se consigna, para octubre de
1822, el siguiente cuadro perteneciente al ejército
patriota:

TROPAS PERUANAS

Regimiento de Infantería Legión Peruana
1275 hombres

Batallón N° 2 (antiguo Trujillo N°
2) 536 "

Batallón N° 3 333 "

Batallón N° 4 (antiguo Piura N° 4)
485 "

Batallón Cazadores del Ejército
753 "

Regimiento de Caballería Húsares a 2
escuadrones 489 "

Escuadrón Dragones de San Martín
179 "

Escuadrón Dragones de la Escolta General
293 "

Total 4344 "

TROPAS ARGENTINAS

Regimiento de Inf. Río de la Plata, a 2
batallones.

(formado por los antiguos batallones 7 y 8 que
vinieron

con la Expedición Libertadora) 1100
hombres

Batallón N° 11 350 "

Regimiento de Caballería Granaderos a Caballo
509 "

Total 1959 "

TROPAS CHILENAS

Batallón N° 2 (en cuadro) 160
hombres

Batallón N° 4 700 "

Batallón N° 5 400 "

Regimiento de Artillería 282
"

Artillería volante 278 "

Total 1820 "

TROPAS COLOMBIANAS

Batallón Vencedor 572 hombres

Batallón Pichincha 573 "

Batallón Yaguachi 367 "

Batallón Voltígeros (antiguo Numancia)
618 "

Total 2230 "

RESUMEN

Tropa peruana 4343 hombres

Tropa argentina 1959 "

Tropa chilena 1820 "

Tropa colombiana 2230 "

Total 10352 "

Los impugnadores sostienen que es imposible que San
Martín escribiera a Bolívar que las bajas de la
división de Santa Cruz no habían sido reemplazadas,
porque ello había ocurrido hasta en dos oportunidades.
Tampoco San Martín hubiera expresado que dicha
división se desplazaba por tierra, cuando realmente lo
hizo por vía marítima. Como ya hemos
señalado, ha sido G. Masur quien ha cuestionado este
argumento, basado en una carta de Bolívar a Santander de
14 de setiembre de 1822 y en lo consignado por Manuel A.
López sobre el particular. Nosotros queremos hacer algunos
alcances sobre este punto. En primer lugar, nos encontramos con
que el dato cuestionado (el no reemplazo de las bajas) se deriva,
según el contexto de la carta, de una misiva dirigida por
Santa Cruz al Protector. De ser verídico esto, ¿de
qué fecha sería dicha correspondencia?. Sabemos que
durante su permanencia en Guayaquil el Protector no se
encontró con Santa Cruz, el cual tácticamente no
fue enviado a dicho puerto. San Martín arribó a
Lima el 19 de agosto y el 29 escribió a Bolívar, si
es que realmente fuera auténtica la denominada carta de
Lafond. Siempre en el terreno de las suposiciones,
tendríamos que la carta de Santa Cruz debió ser de
mediados o fines de julio y recibida por San Martín entre
el 19 y el 29 de agosto. En segundo lugar, la documentación existente es clarísima
en cuanto a que la división de Santa Cruz no
utilizó la vía marítima para su regreso al
Perú y que de ninguna manera pudo haber llegado, como
afirman los impugnadores de la carta, a comienzos de agosto.
Veamos con más detenimiento este aspecto.

Lecuna contrapuso a G. Masur afirmando, muy sagazmente,
que el hecho de que Santa Cruz escribiese una carta desde Piura
(a Heres) no probaba que la marcha hubiese sido por tierra, pues
la escuadra tocó en ese puerto –según Lecuna-
donde Santa Cruz tenía una casa montada. Lecuna, sin
embargo, nada dice respecto al testimonio de Manuel A.
López, esgrimido por Masur, pero en cambio señala
un nuevo documento para él definitivo en la
solución de este problema. El documento en cuestión
es una carta de O‘Higgins a Miguel Zañartu, suscrita
en Santiago de Chile el 24 de agosto de 1822 y en la cual se
lee:

"He recibido la carta de García que me vino por
el conducto del señor Riglos. El libertador Bolívar
se halla en Guayaquil, adonde se enarboló la bandera de
Colombia tres días después de su entrada y
quedó incorporada a aquella república. La Prueba y
escuadra de Lima se hallaban en dicho puerto y me escribe Blanco
que iba a recibir y embarcar en el término de cinco
días la división del Perú, que tanta parte
tuvo en la victoria de Pichincha…" (Lecuna, V. "Defensa de la
Crónica Razonada de las Guerra de
Bolívar").

Como se podrá apreciar, en esta carta se hace
referencia a que en el puerto de Guayaquil la escuadra peruana
esperaba embarcar, para transportarla a Lima, a la
división peruana, pero no demuestra que ello realmente
sucediera así. Y de hecho, la división de Santa
Cruz no se embarcó en dicha escuadra.

Lecuna y Sergio Ortiz sostienen que la división
peruana se embarcó en el puerto del Naranjal, y no en
Guayaquil, entre el 22 y 25 de julio y que ya a principios de
agosto estaba en el Callao. Para afirmar esto último,
olvidan dichos historiadores que el viaje entre Guayaquil y Lima
demoraba no menos de 20 días. Suponiendo que fuera cierto
que saliera entre el 22 y 25 de julio, debió llegar al
Callao unos tres o cinco días antes que el Protector, el
cual habiendo salido la madrugada del 28 de julio de Guayaquil,
llegó al Callao el 19 de agosto, en un viaje sin
inconvenientes. Si realmente Santa Cruz hubiese llegado antes del
29 de agosto, la carta de Lafond sería necesariamente
apócrifa, porque para que en dicha fecha estuviese en Lima
necesariamente hubiese tenido que emplear la vía
marítima, y como está probado fehacientemente que
habían sido reemplazadas sus bajas, no podía San
Martín quejarse de que ello no había ocurrido. El
contenido de la carta de Lafond implica que la división
peruana al mando de Santa Cruz no había llegado a Lima
hasta el 29 de agosto de 1822. Si se demostrase que Santa Cruz
llegó antes de esa fecha, sería ello una prueba
concluyente de su apocricidad, pues demostraría que su
fabricante olvidó este detalle, Pero, ¿realmente
llegó Santa Cruz con su división antes del 29 de
agosto de 1822? La respuesta concluyente es, no. Los documentos
prueban, sin dejar lugar a dudas, que no llegó a comienzos
de agosto como suponían Lecuna y Ortiz, y ni siquiera a
mediados de dicho mes. En una proclama que San Martín
dirigiera al pueblo peruano, publicada en la Gaceta del Gobierno
del 24 de agosto, podemos leer sobre el particular, lo
siguiente:

"La libertad del país asegurada por su
representación no será perturbada por nuestros
enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia unidos a la
valiente división del Perú, debe arribar a esta
playas de un momento a otro a unirse a sus compañeros de
armas y
terminar esta guerra desoladora".

Este documento prueba fehacientemente que hasta el 24 de
agosto la división de Santa Cruz, esperada con ansiedad,
aún no había llegado a la capital.
Prueba, asimismo, que se esperaba que dicha división
viniese en la escuadra peruana conjuntamente con los auxilios
colombianos. ¿Cuándo llegaron estos tres batallones
de Colombia? ¿Llegó conjuntamente con ellos la
división al mando de Santa Cruz?

Cortés Vargas señala que los auxilios
colombianos al mando de Juan Paz del Castillo zarparon del Puerto
de Puná, embarcados en la Escuadra Peruana, en los
primeros días de agosto, y que las fragatas Moctezuma y
Venganza, donde venía el grueso del ejército
colombiano, tardó en el viaje treinta y cuatro
días, en tanto que una compañía del Yaguachi
empleó en el viaje sesenta días de
navegación, todo esto debido a lo pésimo que fue
esta travesía. Cortés Vargas supone,
equivocadamente como veremos a continuación, que en esta
expedición se embarcó la división de Santa
Cruz.

Lo cierto es que la división colombiana no estuvo
en Lima en los primeros días de agosto, sino en los
primeros días de setiembre, aunque no en forma total,
porque una compañía del Yaguachi tardó en el
viaje nada menos que sesenta días. Veremos, a
continuación, que Santa Cruz y su división
llegó a Lima en octubre de 1822.

Ezequiel Márquez en un bien documentado trabajo
titulado "El Coronel Don Andrés de Santa Cruz en
Cuenca",nos da la clave sobre el viaje de regreso al Perú
de la división peruana al mando de Santa Cruz. Este
estudio de E. Márquez no suele ser tenido en cuenta, a
pesar de aportar valiosos documentos. Trataremos de sintetizarlo
en todo aquello que nos dé luces sobre la ruta de regreso
y la época.

Santa Cruz pensaba utilizar la vía más
corta de regreso: Quito-Riobamba-Guayaquil. Sin embargo el
Libertador para evitar que dicha división peruana fuese a
hacer algún acto de fuerza en Guayaquil a favor de la
anexión de dicha provincia al Perú, decidió
enviarla por la ruta Quito-Cuenca-Loja-Macará. En
atención a estos acuerdos, el 18 de junio de 1822 Sucre
pasó a Tomás de Heres, Gobernador de Cuenca, el
siguiente oficio:

"República de Colombia.- Gobierno del
departamento de Quito.- Quito, 18 de junio de 1822.- 12°.- Al
Sr. Coronel Tomas Heres, Gobernador Comandante General de la
Provincia de Cuenca.- Señor Coronel.- La división
del Perú, que regresa a Lima, sale de esta capital con
dirección a ésa, el 22 del
corriente; de modo que con las detenciones y marchas de ella
estará el día 8 de julio en el primer pueblo de esa
provincia, a menos que suceda alguna novedad que la obligue a
detenerse más de lo que yo he calculado. Todo lo que
comunicará a V.S. el Gobernador de Alausí, que
está prevenido de avisar a V.S. el día fijado en
que deba tocar el primer punto de la provincia de Cuenca, y
también el camino que lleva la tropa, para que V.S.
disponga que en los pueblos de su jurisdicción, donde deba
hacer parada, se le asista con todo lo necesario, teniendo
entendido que la división la compondrán unos mil
trescientos hombres. En Cañar deberán descansar dos
o tres días, y mucho más si van por el
páramo; de allí continuarán hasta esa
ciudad, en donde es indispensable se detengan, también
algunos días mientras son habilitados.- V.S. me
avisará, volando, el dinero que
tenga allí para asistir esta tropa, y dará sus
órdenes anticipadas a los demás pueblos por donde
deba pasar, cuando marcha a Loja y también a aquel
gobierno, para que se prevenga víveres y demás
necesarios a que esté muy bien cuidada y nada le falte
hasta el Macará. Dios guarde a V.S. ms
as .- [f] A. J. de Sucre.-

P.D. Como no sabemos los días que se
detendrá la tropa en Riobamba, no es posible calcular el
día que estará en el primer pueblo de la
provincia.- [f] Sucre".

Sin embargo el movimiento
señalado no vino a realizarse sino en el mes de julio. El
1 de julio Sucre enviaba a Heres el siguiente oficio:

"República de Colombia.- Gobierno del
Departamento de Quito.- Quito, a 1 de julio de 1822.- 12°.-
Al Sr. Gobernador Comandante General de Cuenca.- La
división del Perú marcha para su destino y debe ser
auxiliada en el presente mes que invertirá en marchas. Si
de los doce mil pesos que existen en esa caja, no ha satisfecho
V.S. la libranza que le giré de cuatro mil pesos,
entregará al Sr. Coronel Santa Cruz diez mil pesos; pero
si la libranza fue cubierta, se pondrán a su
disposición los ocho mil pesos que quedan y V.S.
hará sus esfuerzos para completar los diez mil que
necesita.- Dios guarde a V.S. ms as [f] A.
J. de Sucre".

La decisión tomada referente a la ruta de regreso
que debería emplear le fue comunicada a Santa Cruz
mediante oficio suscrito por Sucre. Santa Cruz, a pesar de ello,
dudaba aún el 3 de julio sobre la ruta que
seguiría, según se desprende de un oficio que
enviara, desde Quito, con dicha fecha, a Heres:

"Por el adjunto documento que incluyo a V.S. verá
que se ha destinado para auxiliar a esta división en su
marcha diez mil pesos a que ella tiene opción. Como quiera
que no se le ha socorrido con otra cosa desde el primero de mes,
sin embargo de contar ya tres días en la ciudad, me es de
necesidad adelantar por ellas al Subteniente Dn. Sebastián
Fernández, para que V.S. con este conocimiento tenga a
bien remitírmelos a la brevedad posible…La ruta de mi
marcha que emprenderé hoy no está decidida sino
hasta Riobamba; si yo debiera seguir la de Cuenca lo
comunicaré a V.S. oportunamente. Dios Gde. a V.S.
msas [f] Andrés de Santa
Cruz".

El 11 de julio de 1822 Santa Cruz y parte de la
división a su mando, la cual marchaba por escalones,
llegaron a Rollo del Vecino, donde fueron recibidos por Heres,
autoridades de Cuenca y vecindario. Se hospedó el jefe
altoperuano en la Casa de la Contaduría Real.
Exigió a Heres que se completase las bajas de la
división, por deserción y muerte, lo
cual fue satisfecho. También exigió la
indemnización del dinero de la
Caja de Guerra de la Comisaría del Perú que
había sido hurtada durante el trayecto Saraguro –
Cuenca.

La división peruana cometió muchos abusos
contra los habitantes, por lo que el 23 de julio el Concejo
Municipal, en su sesión del día, discutió
sobre el particular y decidió dar aviso de ello al
libertador Bolívar.

En los primeros días de agosto se despidieron, el
coronel Santa Cruz y parte de su división, de la ciudad de
Cuenca, "dejando recuerdos ingratos a sus hospitalarios
moradores".

Como la división auxiliar peruana marchaba por
escalones, los Granaderos a Caballo y Cazadores arribaron a
Cuenca recién a fines de agosto, quedando aún en
esta ciudad varios enfermos, a los que se atendió
solícitamente.

Santa Cruz continuó su desplazamiento a marchas
forzadas. Desde Piura le escribió a Bolívar
pidiéndole que castigase al capitán Manuel Serrano,
por haber maltratado a la división peruana en su marcha de
regreso al Perú. Esta solicitud requiere una
pequeña explicación, para poder conocer los hechos
que la motivaron.

Cuando Santa Cruz llegó a Rollo del Vecino con
parte de su división, el resto había quedado en
Alausí, a donde Heres envió al capitán
Manuel Serrano para recibir y atender a dichas tropas. Pero como
el comportamiento
de éstas fuera totalmente inconsiderado para con el
pueblo, Serrano tuvo que implantar orden con toda energía.
Estos abusos de la división Peruana volvieron a repetirse
en la propia ciudad de Cuenca, cuando ya Santa Cruz había
salido de ella, y Serrano tuvo necesariamente que actuar con
fuerza. Tan graves fueron los atropellos peruanos, que el Cabildo
de Cuenca se reunió y trató sobre el particular y
decidió asimismo informar a Bolívar. En el acta de
dicha sesión se puede leer lo siguiente:

"Hallándose juntos y congregados en esta sala
para tratar y acordar los negocios
tocantes al buen gobierno de la república, se tuvo a
consideración el conflicto a
que se hallaba reducida la provincia, especialmente este
vecindario por las arbitrariedad de los Dragones Montados de la
División del Perú, que se hallaba de
tránsito en esta ciudad…"

Santa Cruz, informado de estos hechos, creyó
necesario protestar por lo que él consideraba una
inconsideración y maltrato hacia la división
peruana. Bolívar, que llegó a Cuenca de visita el 8
de setiembre, se informó de esta queja y de inmediato
ordenó oficiar a Heres para que investigase sobre el
particular (el oficio lleva fecha de 10 de setiembre) y en caso
de que se encontrase culpabilidad en Serrano se le enviase a
Quito, para someterlo a consejo de guerra.

Estando en Piura, Santa Cruz fue, asimismo, informado
que en Cuenca parte de su división había sido
auxiliada económicamente y en vista de ello remitió
desde la mencionada ciudad de Piura, con fecha 6 de setiembre, el
siguiente oficio:

"Piura, setiembre 6 de 1822.- Al Gobernador de la
provincia de Cuenca.- Señor Gobernador: Tengo entendido de
que al paso por esa ciudad han sido auxiliados por V.S. con
algún dinero los Granaderos a caballo y otra partida de
Cazadores.- Sírvase V.S., si lo tiene a bien, pasarme una
razón de lo que hubiese sido para mi conocimiento y los
inconvenientes.- Con este motivo tengo la honra de repetirme de
V.S. su más atento servidor. [f] Andrés de Santa
Cruz".

Partes: 1, 2, 3
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